Miramos el cielo y todo su esplendor, admirando sus extensiones y los infinitos colores que al mezclarse nos hacen ver uno solo. Y si el cielo nos mirara, ¿no se maravillaría de tantas nimiedades juntas corriendo constantemente allí abajo?
Así somos: solo podemos ver hasta donde alcanzan los ojos, pero no entendemos que nuestro punto de vista no es el único, no podemos ver que hay otras cosas, otros paraísos y otros ojos que se comen las praderas en un parpadeo, devorando la sobriedad de sus pastos y la suavidad de sus aires.
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